Decálogo del buen divorcio

 

La separación de los padres conlleva un proceso de transformación personal, familiar y social que afecta no sólo al padre y a la madre sino sobre todo a los hijos menores.

En la mediación muchos padres quieren saber cómo hacer para que sus hijos sufran lo menos posible durante la separación. Algunas ideas a tener en cuenta son:

 


El problema no es la separación sino la “mala separación”

La ruptura de la relación de la pareja no debería ser perjudicial para los hijos. Son las malas formas de desarrollar esta separación lo que acarrea consecuencias negativas para los niños. Los hijos pueden afrontar la situación de separación de sus padres si éstos cooperan entre sí para llevarla a cabo de una forma no traumática.

De común acuerdo todos ganan

Las rupturas familiares en las que no existe acuerdo aumentan críticas y las tensiones entre los progenitores y demás miembros del núcleo familiar, pues se basan en la búsqueda de un culpable. En cambio las rupturas de mutuo acuerdo favorecen el clima de diálogo entre los progenitores y generan un ambiente más favorable a las relaciones de los hijos con éstos, pues miran al futuro, facilitando que cada uno asuma mejor su nueva situación.

Se separan los padres, no los hijos

La separación, supone la desaparición de un vínculo entre los adultos, iniciándose otro tipo de relación familiar entre padres-madres e hijos. Es importante que los hijos mantengan una buena relación con el otro progenitor.

La separación no supone la perdida del padre o la madre

Ambos progenitores, a ser posible conjuntamente, deben explicar a sus hijos, de manera que puedan entenderlo, que se van a separar. Esta información debe transmitirse en un clima de coherencia, confianza y cariño, pero sin alentar falsas expectativas de reconciliación. Deben asegurar a sus hijos que seguirán siendo queridos (evitar sentimiento de abandono), que no son culpables de nada (evitar sentimiento de culpa) y que los dos van a seguir ocupándose de sus vidas.

Los hijos no son propiedad exclusiva del padre o de la madre

Aunque se haya conferido la guarda y custodia de los menores a uno solo de los progenitores, ambos continúen siendo imprescindibles para el crecimiento y maduración de los hijos y la ausencia de cualquiera de los dos supone la falta de un soporte afectivo y emocional fundamental para su desarrollo. Las actitudes de “posesión” sobre los hijos que excluyen al otro progenitor perjudican gravemente a los menores. Hay que evitar también actitudes que impliquen despreciar, minusvalorar o desautorizar al otro progenitor.

La separación no pone fin a las obligaciones compartidas con respecto a los hijos

Tras la separación los padres deben seguir manteniendo un diálogo lo más fluido posible sobre todas las cuestiones que afecten a sus hijos. El cuidado diario de los menores requiere una organización y distribución de tiempo y, aunque el ejercicio de la guarda y custodia lo lleve a cabo principalmente uno de los dos, ambos continuan siendo responsables al compartir la patria potestad. Esto significa que como progenitores tienen la obligación de consultarse y comunicarse de manera honesta, fluida, abierta y regular las decisiones importantes en relación a la educación, desarrollo físico, intelectual, afectivo-emocional de los hijos. Deben evitar las discrepancias y contradicciones educativas para evitar chantajes emocionales, alianzas y manipulaciones de los hijos.

Lo importante es la calidad de la relación con los hijos

La relación de los hijos con el progenitor con el que no conviven habitualmente ha de ser periódica, constante y gratificante. Es un derecho de los hijos. La obstaculización, interrupción e inconstancia en el régimen de relaciones repercute negativamente en la estabilidad emocional de los hijos y les genera graves perjuicios psicológicos.

No utilizar a los hijos

Aunque la relación de los adultos o la ruptura haya sido dificultosa a nivel emocional se debe dar prioridad a las necesidades de los hijos. No se debe utilizar a los hijos en los conflictos con el cónyuge o pareja, ni canalizar a través de los menores las tensiones que genere la ruptura.

Facilitar la adaptación del menor a las nuevas parejas

Es frecuente que tras la ruptura uno o ambos progenitores rehagan su vida sentimental con otra persona. La introducción de esa tercera persona en la vida de los hijos ha de hacerse con tacto, y progresivamente, a ser posible cuando la relación esté suficientemente consolidada. Se debe dejar bien claro al niño que ello no supone renunciar a su padre y/o madre.

10 El divorcio o la separación es algo más que un proceso legal

Toda ruptura familiar conlleva además de un proceso legal, un proceso emocional, personal y psicológico que viven tanto los adultos como los hijos. El Juez y los abogados sólo resolverán las cuestiones legales pero no las emocionales y afectivas. Este proceso emocional no acaba con la obtención de la sentencia, pues se necesita un tiempo para ser superado, siendo frecuente que tras el proceso judicial surjan episodios de tensión entre los adultos y de éstos con los hijos.

Concluimos:

Toda ruptura con enfrentamientos graves entre los progenitores es vivida por los hijos de forma traumática y como una pérdida, dejando huella en su desarrollo.

Por ello, es muy conveniente que antes de iniciar un proceso judicial contencioso se agoten las posibilidades de acuerdo, intentándolo bien por ellos mismos, o bien con la ayuda de una Mediación.

En la mediación se aborda cualquier tema relacionado con la separación: cómo decírselo a los hijos, cómo organizar el tiempo a compartir con los menores, cómo afrontar los gastos en la nueva situación familiar, cómo seguir tomando decisiones que afectan a los hijos, cómo presentar una demanda para obtener una sentencia judicial, etc.

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